Autor: Francisco de Goya y Lucientes. Fecha: 1810-12. Museo: Colección Particular |
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E.H. Gombrich (1995): La historia del
arte
Goya
Páginas 487-488
Majas en su balcón (h. 1810-1815). Museo Metropolitano de Arte, Nuevo York
El rey Fernando VII en un campamento (h. 1814). Museo del Prado, Madrid.
El coloso (1810-1818)
Los retratos de Goya, que
le procuraron un lugar en la corte española, recuerdan superficialmente los retratos
de Estado tradicionales de Van Dyck, o los de Reynolds. La maestría con que
evoca el brillo de la seda y del oro recuerdan a Ticiano o a Velázquez. Pero al
mismo tiempo mira a sus modelos con otros ojos. No es que aquellos maestros
halagaran a los poderosos, sino que Goya parece exento de piedad. Goya hacía
que en sus rasgos se revelara toda su vanidad y fealdad, su codicia y vacuidad.
Ningún pintor de corte anterior o posterior ha dejado un testimonio tal de sus
mecenas.
No solo como pintor de
retratos se mantuvo Goya independiente de los convencionalismos del pasado. Al
igual que Rembrandt, produjo un gran número de aguafuertes, la mayoría de ellos mediante una técnica nueva
denominada aguatinta, la cual
permite grabar las líneas sino también modificar las manchas. Lo más
sorprendente en las estampas de Goya es que no constituyen ilustraciones de
ningún tema conocido, sea bíblico, histórico o de género. Muchas de ellas son
visiones fantásticas de brujas y de apariciones espantosas. Algunas son
consideradas como acusaciones contra los poderes de la estupidez y la reacción,
de la opresión y la crueldad humana que observó Goya; otras parecen acabar de dar
forma a las pesadillas del artista.
El Gigante, también llamado El Coloso(estampa suelta, 1814-1818). Grabado a la aguatinta bruñida de Francisco de Goya, sin el espacio inferior destinado al epígrafe. |
El
coloso representa uno de los más alucinantes de sus sueños: la figura de un
gigante sentado en el borde del mundo. Podemos calcular sus proporciones
colosales por el menudo paisaje del primer término, y ver cómo se transforman
en simples manchas casas y castillos enanos. Podemos hacer girar nuestra
imaginación en torno a esta aparición horrible, que está conseguida con tanta
claridad en sus perfiles como si hubiera sido estudiada del natural. El
monstruo está sentado como un íncubo
maligno, sobre un paisaje a la luz de la luna. ¿Pensaba Goya en la suerte de su
país, oprimido por las garras y la insensatez humanas? ¿O creó simplemente una
imagen, como si fuera un poema? Pues fue este el efecto más destacado de la ruptura
de la tradición: los artistas pasaron a sentirse en libertad de plasmar sus
visiones sobre el papel como solo los poetas habían hecho hasta entonces.
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