lunes, 10 de junio de 2013

El signo

II. Tanto los filósofos como la gente común recurren a la  noción de «signo», la última, mediante expresiones cotidianas como un mal signo, y tantas otras. Según la impresión de las personas cultas, los filósofos utilizan el término signo de manera rigurosa y homogénea,  en tanto que en la conversación cotidiana, como resulta de frases como la citada, signo viene a ser una palabra totalmente homonímica, o sea, que se utiliza en
diferentes ocasiones, con diversos sentidos, y, en general, de manera metafórica y vaga. Más adelante podremos ver hasta qué punto es vaga la utilización que hacen los filósofos de la palabra signo.; de momento, nos limitaremos a considerar la utilización común y así descubriremos que, pese a su variedad, es del todo apropiada, correcta, técnicamente aceptable. Y al decir «técnicamente», nos referimos a su aceptabilidad desde el punto de vista de la disciplina que estudia todas las posibles variedades de signos, o sea la semiótica o semiología. Examinemos el uso lingüístico común, mediante una fuente autorizada, como es el Diccionario de la Lengua. Para evitar parcialidades, construiremos una palabra ideal, signo, deduciéndola de las distintas acepciones tomadas de tres buenos diccionarios: Devoto–Oli, Le Monnier (10 acepciones), Zanichelli (17 acepciones) y Garzanti (9 acepciones).
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En cualquier caso, leyendo la lista de definiciones nos daremos cuenta de que aparecen, o bien unas características comunes de cualquier tipo de signo, o bien unas cualidades que parecen distinguir los signos en distintas categorías. Desde tiempos remotos hasta nuestros días, muchas definiciones y clasificaciones del signo se han basado en estas características comunes y distintivas. Aunque procedan de lingüistas y filósofos, estas de-
finiciones y clasificaciones tienen una cualidad que nos parece evidente: se basan en el uso común. O bien repiten definiciones y clasificaciones que los que hablan (o los vocabularios) han adoptado siempre, o bien elaboran otras que, apenas son propuestas, resultan aceptables por el buen sentido.

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Pensemos en el signo /caballo/. Lo escribimos entre barras, porque desde ahora utilizaremos este artificio gráfico para indicar un signo asumido en su forma significante. El significante /caballo/ no significa nada para un esquimal que no conozca nuestra lengua (que no posea nuestro código). Si quiero explicarle cuál es el significado de /caballo/, puedo darle la traducción del término en su lengua, o bien definirle un caballo, como lo hacen los diccionarios y enciclopedias, o incluso dibujarle un caballo. Como veremos más adelante, todas estas solu- ciones exigen que en lugar del significante que trato de expli-
car, ofrezca otros significantes (verbales, visuales, etc., que vamos a llamar interpretantes del signo); de todas maneras, la experiencia nos dice que en un determinado momento va a entender lo que significa /caballo/. Hay quienes creen que en su mente se ha formado una idea o un concepto, otros dicen que se ha estimulado en él una disposición a responder, con lo cual, o bien me traerá un caballo auténtico, o se pondrá a relinchar para demostrar que ha entendido. Sea como fuere, es evidente que, al entrar en posesión del código, es decir, de una regla elemental de significación, para él, al igual que para mí,
al significante /caballo/ corresponderá una entidad todavía no definida, el significado, que vamos a escribir entre comillas «caballo» (una de las dificultades del lenguaje verbal es que, normalmente, para indicar un significado se usa la misma forma del significante; quizás sería más correcto decir que al significante /caballo/ corresponde un significado «x»). Lo cierto es que todo este proceso de significación puede producirse sin que esté presente ningún caballo. El caballo presente, o todos los caballos que han existido, que existen y que existirán en el mundo, se indican como referente del significante /caballo/.

Basta una pequeña dosis de buen sentido para darse cuenta de la ambigüedad de esta noción de referente, pero basta también una pequeña dosis de buen sentido para darse cuenta de que, de momento, es la manera más cómoda de explicar un hecho que se produce todos los días: es decir, que al emitir signos, en general queremos indicar cosas. Como puede verse, el triángulo tiene una línea de puntos entre el significante y el referente: ello se debe a que la relación entre estas dos entidades  es muy oscura. Sobre todo, es muy arbitraria, en el sentido de que no hay razón alguna para llamar /caballo/ al caballo, o bien /horse/, como dicen los ingleses. En segundo lugar, porque se puede utilizar el significante /caballo/, no solamente no habiendo un caballo, sino incluso en el caso de que nunca hubieran existido caballos. El significante /unicornio/ existe, puesto que puedo escribirlo en esta página; el significado «unicornio» es bastante claro para quien esté familiarizado con la mitología, la heráldica, las leyendas medievales; pero el referente unicornio nunca ha existido. 

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